on la misión encomendada de conseguir recursos para ayudar a la labor social de la organización médico-humanitaria, un día de 2009, el fundador de la agencia Germinal Comunicación se acercó a las oficinas de Médicos sin Fronteras en Barcelona con una innovadora idea bajo el brazo: propuso a la ONG la creación de unos falsos analgésicos que no curan nuestro dolor, sino el de los demás. La propuesta se apoyaba en la simbología de que, mientras en el primer mundo se compraban pastillas para paliar el dolor físico, quizá eran necesarias otras que sirviesen para “curar” el mal de las muchas personas que, en el tercer mundo, no tenían acceso a medicamentos. Así, la estrategia de fondo para la campaña fue que, ante el dolor de los demás, solo quedan dos opciones: inhibirse o combatirlo; por lo que la motivación, el punto de inflexión para animar a los consumidores a comprar, fue la de combatir la indiferencia ante el dolor de otros, considerando que el sufrimiento ajeno nos incita a actuar. En 2010, las Pastillas contra el dolor ajeno (PCDA) comenzaban su andadura en forma de un paquete de seis caramelos blancos con sabor a menta, cada uno de los cuales aludía a una enfermedad olvidada en los países desarrollados, el kala azar, el chagas, la enfermedad del sueño, la tuberculosis, la malaria y el sida infantil, que seguían cobrándose vidas en muchos países empobrecidos. De venta exclusiva en farmacias españolas, y al precio de un euro, era un acto simbólico, pero, a la vez, de gran impacto.
La campaña “Pastillas contra el dolor ajeno” está considerada una de las cinco mejores campañas españolas de los últimos cincuenta años.
January 1, 2010
